Y es que la cocina se puede ver desde muchos puntos de vista. La pintura es uno de ellos. Hoy traemos un entrada muy especial.
Santiago Ortega, articulista y autor de la “Alacena de Velázquez”, pintura que podréis descubrir al final del artículo, nos brinda la entrada de hoy, donde nos descubre otra manera de acercarse a la cocina, pero ni más ni menos que a la del mismo Velázquez. Así que sin más preámbulos os dejo con esta entrada tan especial, esperando que las disfrutéis del mismo modo que yo lo he hecho.
Defensa del Naturalismo
Se habla del realismo de Velázquez y de su definitiva perspectiva aérea, el máximum, la cima y referente de mucho de lo que a continuación acontece en el campo de la pintura.
Pero, desde el punto de vista del practicante, el realismo tiene muchas caras, más o menos acabadas, más o menos iluminadas, de tal o cual gama tonal, todo en función de la subjetividad que lo filtra.
Cuando este chavalito sevillano entró en el taller de la mano de su maestro y futuro suegro Francisco Pacheco, ya llevaba en el fondo de su mirada ese filtro realista que le daría celebridad. Y posiblemente ya había admirado y estudiado láminas y cuadros del barroco, de la época que le tocaba vivir, Juan de Roelas, Herrera el Viejo, etc.
Pero hay un punto de inflexión, en mi opinión, donde el realismo incipiente en él, y el naturalismo de su formación pictórica en el taller, se entrelazan, como en un cesto, y crean la trama sobre la que el genio sevillano empieza a trazar lo que será el realismo más “natural”.
Velázquez desde muy chico se coció y sazonó en las cocinas del taller, moliendo y tamizando los pigmentos, primero para los demás, y luego también para él, macerando y filtrando las resinas y barnices con las esencias, tensando e imprimiendo los linos con gesso, y testando largamente de esta manera los materiales que serían la expresión en la extensión de sus dedos.
De este ofició y de la observación casi analítica de los productos frescos de las despensas y los útiles de las cocinas surgió uno de los más maravillosos realismos pictóricos, y el más naturalista.
Vicente Carducho versus Francisco Pacheco
El gran pintor barroco, el más reconocido y meritorio de la época, Vicente Carducho (Florencia 1576- Madrid 1638) vislumbró el final del fasto barroco cuando, en su tratado “Diálogos de la Pintura”, apuntaba que los cuadros de cocina (bodegones) desmerecían del gran Arte de la Pintura.
Esto fue contestado por Francisco Pacheco que, sin vehemencia pero con la objetividad de haber observado la manera de pintar de su yerno, quiso puntualizar y corregir la afirmación de Carducho de la siguiente manera:
“¿Pues qué? ¿Los bodegones no se deben estimar? Claro está, que sí, si son pintados por mi yerno los pinta alzándose con esta parte sin dexar lugar a otro y merecen estimación grandísima (….)”
También Francisco Pacheco hace una defensa a ultranza de su método práctico y formativo:
“Yo me atengo al natural, para todo, y si pudiese tenerlo delante siempre y en todo tiempo, no solo para las cabezas, desnudos, manos, pies, sino también para los paños, y sedas, y todo lo demás, sería lo mejor.
Así lo hacía Micael Angelo Caravacho, ya se ve en el crucificamiento de San pedro (con ser copia) con cuanta felicidad (¿facilidad), así lo hace Jusepe Ribera (…..). Y mi yerno, que sigue este camino, también ve la diferencia que hace a los demás, por tener siempre, delante el natural.”
Homenaje a Velázquez
Trampantojo “Alacena de Velázquez” Óleo sobre madera (puerta de armario 138,5×61,5 cmts))
He entrado en la cocina de Velázquez para aprender de sus recetas juveniles.
Su toque es tan genial que ya pintaba el aroma de las cosas con tan solo diecisiete años.
Él es un gran chef.
Me he atrevido a copiar para mí, y guardarlos en mi despensa particular, unos trazos de su original y auténtica concepción del “natural”, y constatar así que Velázquez pintaba lo que veía, en su justo punto, ni más ni menos.
-“Placard de la cuisine de Velasquez” Huil sur bois (porte d’armoire)(138,5×61,5 cmts)
J’ai entré dans les cuisines de Velasquez par ce que je veux apprendre ses recettes juveniles.
Son coup du pinceau est si genial qu’il a peintu déjà l’odeur des choses quand avait seulement dix-sept ans.
Il est toujour un gran chef.
J’ai osé copier pour moi, et garder dans ma garde-manger, des traces de sa originele et vraie conception du natural, et comme ça j’ai constaté que Velasquez ai peintu toujours ça qu’il ai vu, dans son point exact, ni plus ni moins.